Nacen muchas startups, pero la mayoría mueren rápidamente. Innpulsa presentó un estudio sobre el emprendimiento, con las cifras más recientes y una radiografía del tema.
Por Álvaro Montes
Colombia ingresó al top 5 de los países latinoamericanos con mejores condiciones para el emprendimiento. Por encima de nosotros están Chile, Argentina, México y Costa Rica, pero ese quinto lugar del país es un indicador interesante de lo que viene ocurriendo. Una parte de ese avance se explica por el esfuerzo que ha realizado Innpulsa. La política pública es esencial en la consolidación de un ecosistema favorable al emprendimiento y la innovación, y aunque faltan muchos ingredientes, hay que reconocer la tendencia positiva.
600 empresas se han beneficiado con el programa Aldea, de Innpulsa, de las cuales 180 fueron aceleradas y lograron un crecimiento promedio anual del 9 por ciento en ventas o en empleo. La mayoría de ellas se encuentra en Bogotá (39 por ciento), Antioquia (17 por ciento), Cundinamarca (8 por ciento9 y Valle del Cauca (7 por ciento). De ellas, el 18 por ciento se ubica en el sector de las tecnologías de la información y las comunicaciones, y el 8 por ciento en actividades creativas y culturales (la "economía naranja"). Y un último dato interesante: el 46,2 por ciento son empresas jóvenes, con menos de cinco años de historia.
El presidente de Innpulsa, Ignacio Gaitán, ha sido claro en reconocer la distancia que nos separa como país de los ecosistemas emprendedores más avanzados del mundo, pero gracias a él y la institución pública que dirige, Colombia ha conseguido los buenos resultados que hoy podemos ver.
Hay debilidades notables relacionadas con la educación orientada al emprendimiento. Todavía las universidades y centros de formación académica deben saltos importantes en sus programas en este sentido. Y hay dificultades de acceso al financiamiento de los emprendimientos. Por eso muchos emprendedores colombianos sueñan con abrir operaciones - incluso comenzarlas - en México, en donde es más fácil emprender.
Informes del BID dan cuenta de la alta demanda de apoyo al emprendimiento que surgió en Latinoamérica como consecuencia de la pandemia. Ante el estallido del desempleo, muchos sectores de la población acudieron al emprendimiento - muchas veces improvisado, hay que decirlo - para buscar alternativas de ingresos.
Es cierto que estamos en el top cinco de Latinoamérica, pero eso es el puesto número 43 en el ranking mundial Índice de Condiciones Sistémicas para el Emprendimiento Dinámico (ICSEd), de Prodem, un centro de pensamiento enfocado en ecosistemas de emprendimiento e innovación. En ese Índice, los primeros cinco lugares los ocupan, en su orden, Estados Unidos, Países Bajos, Singapur, Finlandia y Alemania. El indicador se construye con base en tres ejes: 1) el capital humano emprendedor y sus ámbitos formativos; 2) el espacio de oportunidades y sus determinantes, y 3) los factores que pueden promover o inhibir la creación y el crecimiento de las empresas.
Existe otro indicador de relevancia internacional: La Tasa de Actividad Emprendedora (TEA, total entrepreneurial activity, por su sigla en inglés), construida por el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) y entendida como el porcentaje de individuos entre 18 y 64 años que se identifican como empresarios nacientes o empresarios nuevos. "En Latinoamérica se encuentran los seis puntajes más altos de TEA dentro de la muestra total de 50 países, encabezados por Chile y Ecuador. Esto se debe, en buena medida, a que muchos gobiernos de la región incentivan el inicio de emprendimientos, y también a que esta actividad se convierte en una forma alternativa de ocupación", explica el boletín Analítica, una publicación académica que reúne información, cifras y datos de interés sobre el ecosistema del emprendimiento en el país, editado por Innpulsa.
Lo preocupante es la combinación de este indicador TEA con el siguiente, el indicador EBO, que mide la "salida del mercado" de los negocios, es decir, los emprendimientos que fracasan y cierran. Latinoamérica tiene los más altos índices TEA (emprendimientos que nacen) y también los más altos índices EBO. Eso no es bueno. En los países más exitosos en emprendimiento la brecha entre estos dos indicadores es menor. Colombia presenta la misma tendencia de la región; muchos emprendimientos que nacen, y muchos emprendimientos que mueren rápidamente, en menos de dos años.
Está claro que no es tan importante contar con un número grande empresas, como lograr que la mayoría de ellas se consoliden y se expandan internacionalmente. "En investigaciones recientes (Eslava, Haltiwanger, & Pinzón, 2019) se puede observar que en Colombia hay numerosos micronegocios, acompañados de un déficit de empresas superestrella”. Mientras en Estados Unidos solo el 4 por ciento de las empresas tienen menos de diez empleados, en Colombia el 32 por ciento tienes menos de diez empleados. Todas las economías necesitan empresas más grandes, que generen más empleo y que vendan más en los mercados nacionales e internacionales.
Recientemente el gobierno radicó en el Congreso el proyecto de ley de emprendimiento, con el que se quiere atacar el grave problema de la inequidad mediante un sistema emprendedor favorable, que ayude a los negocios nacientes a crecer, consolidarse y sostenerse. El proyecto de ley es interesante. Su enfoque es incluyente, en beneficio de todo tipo de emprendedores, en contextos tanto urbanos como rurales. Para ello propone reducir las cargas tributarias para los emprendedores, ampliar las oportunidades de acceso a mercados mediante las compras públicas, ampliar el financiamiento de emprendimientos y mejorar las habilidades emprendedoras de los colombianos. Todavía debe surtir debate en un Congreso lleno de tareas y con más de 250 proyectos de ley radicados hasta ahora. Hay una larga lista de espera, pero es un buen paso.