noviembre 29, 2022

Las tecnologías limpias tienen un lado problemático

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La transición energética es necesaria, pero las alternativas verdes también tienen un impacto ambiental. 

Por Álvaro Montes
 

El desafío mundial de reducir las emisiones de CO2 y detener el letal calentamiento del planeta se enfrenta con tecnologías disruptivas, entre otras medidas. Reforestar, cambiar los hábitos de consumo y abandonar los combustibles fósiles son, desde luego, estrategias esenciales, pero iniciativas basadas en tecnología también juegan un papel trascendental.

Las baterías eléctricas para automóviles constituyen quizás la tecnología más mediática. En el año 2030 se venderán en Europa los últimos automóviles con motor de combustión. Europa acordó la transición obligatoria a los autos eléctricos a partir de ese año, aunque ya hay ciudades del viejo continente que están muy avanzadas. En Estados Unidos se discute una fecha similar y varias ciudades ya pusieron en marcha normas para reducir la circulación del viejo motor a gasolina.

Se discute acerca del impacto que tendrá la sustitución del descomunal parque automotor mundial por uno que se mueve mediante baterías eléctricas. Producir dichas baterías también tiene un impacto ambiental, pero en todo caso menor que la producción petrolera. Hay una huella de contaminación asociada a la generación de electricidad, pero los autos eléctricos gozan del imbatible indicador de cero emisiones contaminantes. Hay varios cálculos, y el más pesimista estima que, considerando todo el ciclo de vida de un vehículo eléctrico (fabricación de los vehículos y las baterías, y el gasto energético para el desplazamiento), estos autos pueden reducir en un 30 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a los vehículos movidos con gasolina. Estimaciones más optimistas indican que se logrará una reducción de la huella de carbono de la industria automotriz de entre 58 y 62 por ciento. DENTRO DEL BLOG-1

Extraer los materiales con los que se construyen baterías es costoso y complejo. El litio, el cobalto y el níquel son escasos y su minería produce impactos ambientales y sociales considerables. Los extremistas del ambientalismo reclaman que solo el llamado "transporte activo", es decir, desplazarse caminando o en bicicleta, conduce a la descarbonización total del transporte. Pero esto es solo un sueño de cumplimiento apenas parcial, sobre todo en el mundo urbano que los humanos construimos, con ciudades enormes e inseguras.

Una tecnología que promete ser fundamental en la transición energética es la extracción de hidrógeno del agua. El hidrógeno está presente en el universo y nunca se agotará. Solo hay que separarlo del gas metano o del agua. Se construyen motores que, en lugar de gasolina o electricidad, se mueven gracias al hidrógeno. Es la gran esperanza de la humanidad, porque al consumirlo se logra la meta de cero emisiones. Pero hay un problema: extraerlo requiere procedimientos que dejan una huella de carbono grande. Producir 2,9 kilovatios de energía a partir de H2 (hidrógeno) requiere invertir 2,8 kilovatios de electricidad o. en su defecto, utilizar petróleo para producirlo.

La aspiración es lograr un día la producción del llamado hidrógeno verde, que se produce con tecnologías completamente limpias, pero de momento solo el 5 por ciento del hidrógeno que se produce en el mundo pertenece a esta categoría. La razón es simple: el costo de obtener energías limpias, aunque ha caído sin pausa en los últimos años, aún está por encima de las energías convencionales.

Colombia tiene proyectos de hidrógeno verde en marcha. Ecopetrol planea producir entre 1 y 3 GW de H2 verde en 2030, y hay dos pilotos de transporte movido con hidrógeno: uno en Cartagena y otro en Bogotá, en donde buses del SITP con motor de hidrógeno prestarán servicio durante los próximos meses.

Para tener una idea de lo costoso que es producir hidrógeno verde, España nos da un buen indicador: Producir 4 GW de hidrógeno verde requiere aproximadamente 12.000 millones de litros de agua por año. Es la cantidad de agua que consumen 13.000 hectáreas de suelos agrícolas, o 245.000 personas. No obstante, la esperanza en el hidrógeno verde tiene bases sólidas. La calefacción en Europa y Norteamérica, así como el transporte basado en esta tecnología ofrecen la más optimista de las perspectivas hacia una matriz energética limpia.

Por último, la energía nuclear - que se obtiene a partir de la energía contenida en el núcleo de los átomos - es una alternativa que todavía no pierde la batalla. Aunque se cuestiona su nivel de riesgo, las plantas nucleares tienen como ventaja que el proceso de producción de electricidad genera cero emisiones de gases de efecto invernadero, a diferencia de las centrales térmicas convencionales, que utilizan combustibles fósiles para producir electricidad. El problema más grave, peor aún que la inestabilidad, es la generación de residuos radiactivos, pues no existe una solución confiable para su eliminación o almacenamiento. Los residuos radiactivos permanecerán activos durante miles de años y la industria atómica no ha sido capaz de encontrar una solución. Pero sigue siendo una de las fuentes de energía con menores emisiones a lo largo del ciclo de vida útil, lo que la deja todavía con vida en la disputa por la preminencia en la transición energética mundial.

Nada de esto debería desanimar a la opinión pública. Gradualmente, el mundo busca soluciones al calentamiento global, porque se trata de un problema esencial de la humanidad. Y el reloj corre.

Alvaro Montes
Alvaro Montes