julio 04, 2019

IoT en el sector rural

En el sector rural también...  

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Para casi todo el mundo es claro que nuestro país tiene una deuda histórica con el sector rural y con los pobladores del campo. La brecha que separa a nuestras ciudades de nuestros territorios rurales es grande, en lo económico, en lo social y en lo tecnológico.

La brecha que separa a nuestras ciudades de nuestros territorios rurales es grande, en lo económico, en lo social y en lo tecnológico. Y por eso asiste razón a quienes creen que hoy tenemos la gran oportunidad de atender este desequilibrio con apoyo de las tecnologías.

Internet de las Cosas, ese sonado término que tanto gusta y suena tan bonito, podría traer un aporte sustancial.  De hecho, hay iniciativas en marcha con gran potencial, para mejorar la productividad de los agricultores y ganaderos, fortalecer los sistemas de monitoreo y alerta temprana frente al cambio climático o a los riesgos ambientales, o ayudar a conectar mejor a los pobladores rurales con la oferta pública de servicios, especialmente en salud y educación.

El auge de lo que se conoce como “Internet de las Cosas”, un enfoque tecnológico que aprovecha la capacidad de las máquinas para conectarse a redes, trae para el mundo de los negocios una serie de interesantes alternativas. Se estima que el próximo año habrá cerca de 50.000 millones de aparatos conectados a Internet. Desde neveras y televisores hasta automóviles, ascensores y el alumbrado público, entre muchas otras cosas. Las empresas pueden aprovechar esto para mejorar su competitividad. Una empresa de transporte de carga puede seguir a cada uno de los camiones, mediante tecnologías de georreferenciación y también mediante dispositivos conectados a redes móviles, para analizar el cumplimiento de rutas, el consumo de combustible y otros elementos claves para la eficiencia y el ahorro. Ningún humano necesita intervenir en el monitoreo ni en la recolección de información, que está a cargo de diminutos chips similares a las SIM Card de los teléfonos (llamadas “MIM Cards), pero diseñadas para soportar condiciones difíciles, como altas temperaturas y humedad, de tal modo que puedan ser instaladas en vehículos, para monitorear su recorrido; o en torres de energía cuando se quiere hacer telemetría o controlar el robo de electricidad tan común en algunas regiones del país;  o en el refrigerador de un supermercado cuando se desea recibir alertas inmediatas para surtir los refrescos una vez el refrigerador está casi vacío. O en donde sea que el negocio necesite capturar información en tiempo real.

Y en la agricultura y la ganadería sí que resultan útiles. Hay empresas en el país ofreciendo sistemas de monitoreo de cultivos de café. La finca cafetera se verá beneficiada con sensores que alertan sobre cambios mínimos en las condiciones climáticas a nivel "micro", por ejemplo, cambios en la humedad, que podrían propiciar el desarrollo de enfermedades en las plantas, y avisar dichos cambios con mensajes al celular. Este enfoque se conoce como Agricultura de precisión y hay fincas piloto en Chinchiná, Caldas, probando estos sistemas.

También hay dispositivos para monitorear el estado alimentario del ganado, cuánto ha comido, cuál es el estado de salud de cada individuo y otros datos claves.

Es frecuente la idea de que este tipo de soluciones están fuera del alcance de los pequeños productores rurales, que son la mayoría en nuestro país y que proveen el 70 por ciento de los alimentos de los colombianos.  Pero el modelo de pago por servicios hace más accesible la tecnología para sectores medios y pequeños. En el caso cafetero, por ejemplo, en Colombia, la gran mayoría de los productores tienen entre una y cinco hectáreas, y los costos que podría significar la adopción tecnológica no están por fuera del alcance, si grupos de productores organizados se atreven a implementarlas. Probablemente un pequeño productor individual no podrá hacerlo solo, pero organizaciones de productores, que existen y son fuertes y con experiencia cooperativa, sí están en capacidad de asumirlo.

La Fundación Makaia, con sede principal en Medellín, por ejemplo, promueve junto con la Plataforma de Agricultura Sostenible SAFE, del BID, una iniciativa en el departamento del Meta, denominada Tierra Colombia: Transformación Tecnológica, que ya instaló dispositivos IoT en varias fincas, en combinación con una App para que los agricultores gestionen los datos obtenidos. El proyecto es prometedor, y ha sumado esfuerzos del sector privado y de SAP, Microsoft y otros aliados.

La Federación Nacional de Arroceros (Fedearroz) lidera una iniciativa de adopción tecnológica interesante. El programa se llama Adopción Masiva de Tecnología (Amtec), cuya primera fase incluye tecnologías preparación del suelo y para distribución y gestión del agua, y está orientada a pequeños productores con cultivos menores a diez hectáreas, con costos para el productor de entre 15.000 y 60.000 pesos. La idea de Fedearroz es que los cultivadores del cereal pasen de la agricultura tradicional a adquirir nuevas tecnologías y, en un segundo momento, puedan dar el salto a la agricultura de precisión, para enfrentar la competencia. Hay que anotar que los drones se utilizan cada vez más en la producción arrocera colombiana.

Los drones constituyen otro capítulo relevante en estos primeros pasos de la Internet de las Cosas en el sector rural. Estos dispositivos pueden recorrer los cultivos y recoger información muy valiosa sobre el estado sanitario y otros datos relevantes, que de otro modo es costoso obtener.  Hay todavía barreras regulatorias, que limitan el trabajo de los drones, y las empresas proveedoras de ellos vienen reclamando al gobierno colombiano desde hace varios años, que solucione este tema, de lo cual depende un gran salto pendiente en el país.

En Colombia se están utilizando drones para la fumigación, con las ventajas de poder programar con precisión el riego solo sobre el área del cultivo, sin afectar a los vecinos (algo que ocurre cuando se utilizan aviones) y de manera uniforme. El dron ofrece mayor cobertura que la de un hombre con una bomba de fumigación en su espalda. La fumigación con drones consume hasta 70 por ciento menos agua.

Hay una evidente oportunidad para el sector rural, y ya hay productores aprovechando Internet de las Cosas para transformar digitalmente su historia.

Alvaro Montes
Alvaro Montes